Vivimos tiempos donde sobran consignas y faltan argumentos. Donde decir “no a la minería” parece más cómodo que explicar cómo vamos a vivir sin ella.
A quienes se oponen sistemáticamente al desarrollo minero, les propongo un ejercicio simple: dejá el celular, apagá la notebook, volvé a una casa sin luz ni agua potable, y después hablamos. Porque cada uno de esos elementos que usás a diario es posible gracias a la minería. No es ideología, es realidad.
En un mundo que avanza hacia la descarbonización, la demanda de minerales críticos no es un capricho: es una necesidad. Litio, cobre, tierras raras… sin ellos no hay transición energética, ni energías renovables, ni vehículos eléctricos. Defender el ambiente no es gritar desde una carpa: es planificar, invertir y hacer minería bien hecha.
Argentina tiene una oportunidad histórica de ser parte de esta transformación global. Y Mendoza, con recursos, profesionales e institucionalidad, está preparada. Pero mientras algunos se organizan para avanzar, acá seguimos discutiendo si se puede hacer minería sin destruir el agua. La respuesta es sí. Lo hacen en Australia, en Canadá, en Chile. ¿Por qué no en Mendoza?

No necesitamos más slogans vacíos. Necesitamos responsabilidad, datos y compromiso con el futuro. La minería es parte de la solución, no del problema.
La verdadera defensa del ambiente no es bloquear el desarrollo, sino liderarlo con inteligencia. Si queremos más trabajo, más energía limpia y más oportunidades para nuestra gente, es hora de dejar el dogma de lado y empezar a discutir en serio.
Porque el progreso no se tuitea: se trabaja.