Primera entrega del especial sobre el punto de estrangulamiento más sensible del comercio energético mundial
El reciente recrudecimiento de tensiones entre Irán, Israel y Estados Unidos ha vuelto a poner en foco un angosto paso marítimo del que depende gran parte del comercio energético mundial
Las recientes y crecientes tensiones entre Irán, Israel y Estados Unidos han vuelto a colocar al Estrecho de Ormuz en el centro de la escena global. Este angosto pero fundamental paso marítimo no es solo una vía de navegación, sino el verdadero corazón del comercio energético mundial.

El mundo contiene el aliento cada vez que alguien pronuncia su nombre. El Estrecho de Ormuz, un angosto corredor de apenas 34 kilómetros de ancho entre Irán y Omán, concentra una parte vital del pulso energético del planeta. Por sus aguas fluye más del 20% del petróleo que se comercializa a nivel global y casi un tercio del gas natural licuado que consume Asia. Y sin embargo, está peligrosamente cerca de incendiarse.
En tiempos en los que la energía vuelve a ocupar el centro del debate internacional —crisis, inflación, transición verde—, Ormuz es algo más que una línea azul en los mapas: es el termómetro de las tensiones geopolíticas. Un bloqueo en este paso, aunque sea parcial o temporal, podría hacer estallar los precios del crudo, paralizar cadenas logísticas y poner en jaque a economías dependientes del suministro de Medio Oriente.
La arteria energética del mundo
Cada día, entre 17 y 20 millones de barriles de petróleo cruzan este estrecho. Es la única salida al mar para los gigantes del Golfo Pérsico —Arabia Saudita, Irán, Irak, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Catar— y la única entrada para los tanques asiáticos que necesitan abastecerse: China, India, Japón, Corea del Sur.
El 70% de todo ese petróleo tiene un único destino: Asia. En términos de gas natural licuado (GNL), la dependencia es aún más pronunciada: Catar —uno de los principales exportadores mundiales— canaliza su producción casi exclusivamente por esta vía.
Lo que hace que Ormuz sea tan delicado es su combinación letal de volumen crítico + vulnerabilidad militar. Sus canales de navegación son estrechos, el margen de error es mínimo, y las costas están al alcance de cualquier misil, mina o dron lanzado desde Irán. Si alguien decide apagar la luz, el interruptor está ahí.

¿Qué pasaría si se cierra?
Un cierre completo del Estrecho de Ormuz sería un golpe directo al corazón energético del mundo. Expertos internacionales advierten que el precio del barril de petróleo podría saltar por encima de los 150 dólares. Las consecuencias se sentirían desde las estaciones de servicio en Europa hasta los silos de fertilizantes en Sudamérica.
Aunque hay proyectos de oleoductos que intentan evitar la zona (como el Petroline saudita hacia el Mar Rojo o el ducto emiratí a Fuyaira), ninguna alternativa puede reemplazar el volumen que pasa por Ormuz. Incluso Irán, que lo amenaza a menudo, necesita del estrecho para exportar su propio crudo.
La amenaza está latente
En los últimos años, el Estrecho de Ormuz ha sido escenario de capturas de buques, amenazas de cierre por parte del Parlamento iraní, movimientos de la Guardia Revolucionaria y despliegues de flotas de Estados Unidos. La guerra en Gaza y las acciones encubiertas entre Israel e Irán han reactivado los fantasmas de un conflicto mayor en la zona.
La región está hipersensible. Y mientras tanto, los mercados saben que cualquier chispa puede derivar en una explosión de precios, rutas desviadas, tensión militar y problemas logísticos globales.